17 de enero de 2016

Se acerca el esperado momento


Ya hay fecha oficial para el nacimiento de mi primogénito: el 25 de marzo. (¿Nacerá para el día del padre?) Lo he marcado en todos los calendarios y aunque sea una fecha orientativa es como si se hubiese vuelto “más real” ahora que sabemos cuando salimos de cuentas. Resulta un poco molesto que hayan tardado hasta mediados del séptimo mes para decirnos esta fecha. Pero bueno, lo que importa es que orientativamente sabemos con algo más de precisión cuándo podremos tener a nuestro pequeño en brazos.

Estoy extasiado. No tengo palabras para describir la amalgama de sentimientos que me embargan cuando pienso en cómo será mi pequeño, en cómo dará sus primeros pasos o en cómo irá creciendo. Es una larga espera para un futuro padre la que le toca aguantar hasta que su pequeño está preparado para enfrentarse al mundo. Solo espero que todo salga bien. No quiero siquiera pensar en todas las posibles complicaciones porque no quiero entrar en pánico de ningún tipo. Soy consciente de lo que involucra el proceso, tal vez demasiado. Es una de las primeras veces, qué diablos, la primera vez en mi vida en la que no intento aprender todo lo que pueda saber sobre el tema.

Quiero estar allí y vivirlo, no quiero saberlo todo porque creo que le quita magia al misterio de aprender a ser padre. Eso sí, lo básico lo controlo de sobra con creces, hay unos mínimos. A pesar de mi reticencia, creo que acabaré tarde o temprano devorando un par de libros más sobre lo que se supone que debo saber ahora mismo. Los libros no te preparan para la vida pero mejoran tus opciones ante determinadas circunstancias a menudo. Me siento emocionado, nervioso a veces, tranquilo por lo general y, sobre todo, impaciente.

No puedo esperar para conocer a mi pequeño, siento que la necesidad sale de mi pecho. Quiero saber cómo es y si está bien. Ahora sé que lo está pero cuando nazca podré verlo y comprobar por mí mismo su estado. Es distinto. La experiencia de un padre es completamente distinta a la de una madre durante el embarazo, me siento desconectado de la relación íntima entre ambos. Mi hijo ahora se comunica mayormente con su madre aunque he notado sus movimientos y he escuchado sus latidos. Aún así, mi interacción con él está supeditada a lo excepcional. Por eso, creo que mi espera es más – casi – angustiada que la de ella, yo no le percibo de forma íntima como ella hace a diario. 

César P.

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