Un amigo de uno de mis
amigos se dedica a dar servicios por horas, como clases particulares o
reparaciones de ordenadores, lo que surja. He tenido, hace poco, la oportunidad
de hablar con él sobre su situación personal y me ha dado a conocer una
realidad que me ha sorprendido en gran medida. Como consecuencia de la crisis,
los precios que los particulares están dispuestos a pagar han caído de forma
extraordinaria llegando incluso a ser la mitad de lo que eran hace unos pocos
años.
Sin embargo, aquellas
personas que ofrecen servicios de esta forma se ven limitados por el
presupuesto que los particulares quieran ofrecer. Si bien resulta alarmante que
haya personas que busquen clases particulares por precios low cost esto
no es más sorprendente que el hecho de que haya personas que terminan por
aceptar dichos “trabajos”. Y es que, si no hay de donde sacar dinero, es mejor
tener algo por poco que sea que no tener nada, ¿no?
Caída de la calidad del
servicio
Es inevitable que la calidad
de los servicios no sea la misma que antaño si se paga por ellos muchos menos
dinero. Además, ante la creciente necesidad de trabajo surgen más personas
dispuestas a “ofrecer sus servicios” aunque no sean profesionales. Esto puede
dar si se trata de una clase de matemáticas para un adolescente de 4 de la ESO,
pues tal clase puede ser impartida tanto por un docente como por un estudiante
de universidad – o incluso de Bachillerato.
No es lo mismo en otros
casos. Imaginemos que nos hace falta un monitor para ponernos en forma que nos
instruya paso a paso en nuestro ejercicio. Recurriendo a la Internet podemos
encontrar gran cantidad de ofertas y tal vez una de ellas nos parezca muy
atractiva y, aunque el precio es significativamente menor que otras ofertas,
hacemos caso omiso y confiamos en el profesional “low cost”.
Puede que tengamos suerte y
todo salga bien, en cuyo caso conseguiremos satisfactoriamente nuestro objetivo
y seremos más felices. O puede que no tengamos suerte y acabemos lesionándonos
irreparablemente o perjudicando nuestra salud. En este caso, el susodicho
profesional no se hará responsable porque tal vez ni sea un profesional como
afirmaba ni tenga seguro para su actividad. Estos son los riesgos de confiar en
los servicios de quien cobra menos como única regla para contratar a alguien.
Y esto puede ser muy
peligroso, incluso para nuestra salud. O podemos acabar tirando el dinero al
agua, algo que tampoco es buena idea, ¿verdad? Por lo tanto, más nos vale andar
con ojo a la hora de confiar en los servicios de alguien y no dejarnos tentar –
necesaria y ciegamente – por la oferta más barata. Ya dice un viejo refrán: lo
barato sale caro.
César P.
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