29 de noviembre de 2014

Menos estrés, más baile


Hace poco acepté – es decir, me liaron para – ensayar un baile típico de mi país, Perú, la marinera norteña. He de decir que apenas me lo pensé, ya que desde el principio me pareció un reto tan grande que supuse que inevitablemente algo positivo iba a salir de la experiencia. Y, en efecto, así ha sido. Pero la sorpresa me la he llevado de varias formas, puesto que, según he experimentado en mi persona, bailar tiene múltiples beneficios para la salud física y mental.

En primer lugar, he de decir que soy un paquete bailando. Empecé los ensayos moviéndome cual saco de patatas o, tal vez, como un robot cuyos engranajes no han sido lubricados en un siglo. Un espectáculo digno de ser desechado en el olvido. No lo sé, el caso es que mis movimientos brillaban por su torpeza, falta de gracia y descoordinación total. En mi vida he tenido ningún problema en pasar un psicotécnico pero empezaba a dudar seriamente de mi coordinación motora. Es más, al principio no veía progreso y lo pasé realmente muy mal.

Y así, día a día, ensayo tras ensayo mi moral empezó a mermar, así como la libertad de mis movimientos debido a las omnipresentes agujetas. Tampoco había sentido tanto dolor muscular en las piernas nunca antes. Siempre hay una primera vez, ¿no? Toda la vida he aceptado retos sin dudarlo apenas, y no me arrepiento. Es mi forma de superarme a mí mismo en cualquier ámbito, sin reto no hay diversión.

Tras cada obstáculo, hay una lección aprendida. Detrás de cada barrera, hay algo que vale la pena. Puede que aprender a bailar marinera no sea más que dominar un baile para algunas personas pero para mí no se limitaba a eso. Soy, o me considero, tan malo bailando que para mí ha sido un reto de superación personal y me siento realmente orgulloso de haber conseguido aprender a moverme un poco. Haciendo balance, después de tan solo tres semanas de practicar días sueltos, el baile salió decente, conseguí disfrutar y soltar las piernas, nunca mejor dicho, y aprendí lo bueno que es moverse.

El beneficio físico es incuestionable y tan evidente que salta a la vista. Bailando se queman muchas calorías y se mueve la totalidad del cuerpo. Los músculos que más trabajan son las piernas pero también lo hace el torso y la espalda. Trabajan en menor medida los brazos, dependiendo del baile. Es una forma muy divertida de hacer ejercicio y de pasar el rato, puesto que los ensayos hacían pasar las horas en un momento.

Pero también hay una componente mental en el baile, ya que se trata de coordinación y de ritmo. Se trata de encajar los movimientos propios con el de otra persona, de dejarse llevar, de improvisar y de seguir unas reglas de movimiento. Es al mismo tiempo disciplina y libertad, precisa concentración captar todos los detalles de un baile complejo y llevarlos a cabo en el orden preciso. Y cuando la danza va tomando forma es como si cobrase vida, de pronto tu cuerpo sabe lo que debe hacer y se mueve solo, te guía hacia el siguiente paso.

El baile es una forma de expresión artística, cuando dominas lo básico es cuando empieza la diversión. A partir de allí, hay mucho lugar a aprender cosas nuevas, refinar los pasos, improvisar, modificar la coreografía, etc. La experiencia ha sido muy grata para mí y no dudo ni un segundo en recomendarlo. Personalmente, no puedo esperar al siguiente reto. ¡A bailar!

César P.

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