22 de noviembre de 2014

Se como el agua, amigo mío


Es la frase que define mi vida actualmente: fluir como el agua. Moverme de un lado a otro, dejarme llevar, adaptarme al envase (situación), cambiar de forma, etc. La única forma de hacer frente a una vida cambiante es ser flexible y rápidamente adaptable. Ser como un fluido, convertirse cada nuevo instante, reinventarse a uno mismo cada semana, cada día...
Un frenesí que atropellaría a cualquier como un tren a toda marcha es lo que parece ser la vida, en ocasiones. En vez de afrontar esto con el estoicismo de una muralla rígida, ¿por qué no absorber el golpe sin que haga daño alguno?

Hace poco leí en un libro muy útil para la salud mental, Gente tóxica de Bernardo Stamateas, que fijando la vista en la meta se puede perder visión. No solo se trata de avanzar hacia un objetivo en la vida a cualquier precio sino que debemos, también, evaluar constantemente nuestras condiciones para poder determinar si, en efecto, llegaremos. Igual se nos olvidó echar gasolina al coche y nos quedamos tirados a dos calles de nuestro destino, o a 2 km...

Hay que intentar ser excelente, continúa este libro, pero no perfecto. Es decir, hay que huir de la mediocridad que actúa como un lastre para tantas personas. ¿Por qué te esfuerzas si nadie lo hace?, me preguntan a menudo en diferentes ámbitos y siempre me quedo atónito ante tal interrogante, ya que solo puedo pensar: yo siempre he sido así. Esta es la forma en la que hago todas las cosas en mi vida. Es más, no puedo – ni quiero – conformarme con algo mediocre.

No se trata ni de que lo mediocre sea malo ni de que no esforzarse sea bueno o malo. Las cosas son como son e incluso de algo aparentemente negativo puede salir algo bueno. El vaso medio lleno o medio vacío que nos recuerda que igual esta a medias de agua porque es lo que te viene bien o igual es porque debes esforzarte en llenar la otra mitad con tu trabajo, ¿no? Después de todo, si de verdad quieres llenar ese vaso, ¿quién va a detenerte? El único que puede pararte eres tú mismo.

Por todo lo anterior, concluyo que hay que moverse como el agua, tener su flexibilidad pero también su resistencia. Hay que beneficiarse de las mejores cualidades de uno mismo, una vez las hayamos identificado. Todos tenemos habilidades únicas que nadie más puede igualar. Y, a veces, hay que ir tan rápido que tal vez debamos imitar al viento. Pensándolo bien, esta vez me voy volando.

César P.

1 comentario :

  1. Me ha gustado tu artículo; a mí también me gusta esforzarme para salir de la mediocridad, aunque eso suponga nadar contra corriente. Tengo una palabra para tí: la capacidad que tiene un determinado material para absorber un impacto sin fracturarse se denomina resiliencia. Me gusta pensar que los años, además de canas y kilos, me han hecho ganar en sabiduría, serenidad y resiliencia también

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