8 de diciembre de 2014

Navidad, navidad de 2014


Cada año me llega algún relato sobre cierta cena familiar que acabó mal por esto o aquello. O alguna historia sobre una cena destinada al fracaso que, por cosas del azar, acabó siendo genial. Nunca se sabe. En cualquier caso, jamás entenderé a aquellas personas que por fuerza mayor tienen que quedar con la familia para cenar en navidad. De lo contrario, parece que algún cataclismo cósmico los va a aniquilar. Después de todo, navidad es para la familia, ¿no? Y yo me pregunto: ¿y el resto del año no es para la familia o qué diantres?

Cuando consigues aislar a uno de estos elementos de la sociedad y les interrogas sobre su superchería sobre de la cena de Nochebuena, suelen responder: “Es que la navidad se cena con la familia”. Si persisto un poco con mis pesquisas sobre este asunto parecen no saber qué más decir. Ante la inocente sugerencia de celebrar la navidad de forma más natural, sin forzarlo, suelen exclamar: ¡pero cómo no voy a invitar a pepito, pedrito, etc! Es uno de lo síntomas más evidentes de familitis crónica.

Pues eso, me encanta la lógica irracional que profesan ciegamente muchas personas. Aquellos que aún llevándose como el perro y el gato con sus seres al-parecer-no-tan queridos ponen buena cara y se sientan en una mesa radiantes por fuera y llenos de hiel por dentro. Pero, ¡eh!, hay que poner buena cara en las fotos. La pantomima navideña interminable es otra de esas idas de olla que caracteriza al ser humano. Todo sea por mantener la tradición, quedar bien y colgar fotos de estas fechas en algún sitio. Fascinante, como diría el Sr. Spock.

Estas fechas del año están llenas de comportamientos compulsivos, estresantes e irracionales. Actos tan compulsivos como las compras de navidad que la gente no puede dejar de hacer. Comportamientos tan estresantes como los que se producen en medio de un tumulto de personas en el centro de la ciudad y tan irracionales como esa costumbre de comer mariscos, turrones, más mariscos, etc. Hay muchas personas que se estresan con todo esto y deciden huir en la medida de lo posible evitando ir al centro urbano si es necesario, ya que el caos se cierne sobre esas calles todo este mes y parte del siguiente.

Lo más importante de los días de fin de año, durante los cuales casi todos tenemos muchos días libres, es pasarlo bien y aprovechar para recargar las baterías. Hay quienes no podrán descansar del todo, ya sea por exámenes que se avecinan, trabajos pendientes o motivos diversos. Pero aún así, con tanto tiempo libre es muy probable que salga lo mejor o lo peor de cada uno. Hay quien no deja de comer debido a los nervios o al aburrimiento. También hay quien aprovecha para desconectar completamente.

Cada uno debe encontrar su propia forma de cerrar este año y dar la bienvenida al que viene. Ya sea celebrando, acudiendo a reuniones o, por qué no, pasando del tema. Un individuo es un mundo y, por si no lo hemos notado, lo que vale para otro no tiene por qué valer para uno mismo. La búsqueda de aprobación o de fotos bonitas no lo es todo, puesto que hay algo superior que solo se puede encontrar dentro de uno mismo: el equilibrio que equivale al bienestar.

César P.

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