No tenemos un
problema con los musulmanes, lo tenemos con algunos de ellos, los más
extremistas y radicales, quienes no pueden reírse ante unas bromas
dibujadas en una revista satírica. No tienen sentido del humor, para
ellos la religión se defiende a capa y espada golpeando a los
“infieles”, a todo aquel que no profesa el mismo credo ni rinde
culto al mismo dios, Allah. Los que vivimos en Occidente, tenemos
miedo de cualquier paquete abandonado en una estación de trenes o
aeropuerto. A este paso, vamos a tener miedo hasta de nuestra sombra
en un día de verano.
Así es como
comienza 2015, en España un colgado paraliza
la estación de Atocha y gran parte de la red de Cercanías porque se
aburría en su casa viendo el telediario, así que decidió gritar en
un vagón que llevaba explosivos para inmolarse por su dios. Resultó
ser mentira, no portaba ninguna bomba, pero no había forma de
saberlo sin que saltasen todas las alarmas. Pocos días después, en
Francia ocurre uno de los atentados más cruentos de los últimos
años cuando dos hermanos yihadistas dieron muerte a una docena de
personas en la sede de Charlie Hedbo.
Todo
porque algunos de aquellos dibujantes osaron satirizar al profeta
Mahoma en algunas de sus viñetas. ¿Se pasaron de la raya y ahora
han pagado por sus pecados mortales? ¿Qué raya? ¿Quién se encarga
de decidir quién vive y quién deja de respirar? No recuerdo a
ningún cristiano que se haya cargado a algún dibujante por
satirizar a Jesús, al Papa o al santo de turno. Bien es cierto que
tales viñetas pueden herir la sensibilidad de muchas personas, pero
que la pena por ello sea la muerte sangrienta...
Desde
hace años que las amenazas a quienes se atreven a satirizar al
profeta medran por todas partes. Es como si se hubiese vuelto de moda
que los radicales islamistas amenacen a cualquier persona que diga
algo subido de tono sobre
ellos. Tales células terroristas no admiten críticas ni bromas,
castigan a todos con la misma pena: la muerte. Ni siquiera responde
al ojo por ojo, ya que en tal caso los radicales deberían responder
con viñetas. La norma es simple: si dices algo negativo, te mato.
Además,
no solo se amenaza la libertad de expresión, que es lo que todos
parecen adolecer estos días. La amenaza se extiende, en cierta
medida, a la seguridad en las calles de las principales ciudades
europeas. Esto es muy grave, ya que por una broma de algunos
podríamos pagarlo otros. No tiene ni pizca de gracia que alguien
tenga tan poco sentido del humor, es como si unos adultos con la
mentalidad de un niño tuviesen – de pronto – armas de fuego a su
disposición y se dedicasen a disparar a quien se ría de ellos. O
igual es justamente eso.
César P.
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