10 de enero de 2015

Golpe a la libertad de expresión


No tenemos un problema con los musulmanes, lo tenemos con algunos de ellos, los más extremistas y radicales, quienes no pueden reírse ante unas bromas dibujadas en una revista satírica. No tienen sentido del humor, para ellos la religión se defiende a capa y espada golpeando a los “infieles”, a todo aquel que no profesa el mismo credo ni rinde culto al mismo dios, Allah. Los que vivimos en Occidente, tenemos miedo de cualquier paquete abandonado en una estación de trenes o aeropuerto. A este paso, vamos a tener miedo hasta de nuestra sombra en un día de verano.

Así es como comienza 2015, en España un colgado paraliza la estación de Atocha y gran parte de la red de Cercanías porque se aburría en su casa viendo el telediario, así que decidió gritar en un vagón que llevaba explosivos para inmolarse por su dios. Resultó ser mentira, no portaba ninguna bomba, pero no había forma de saberlo sin que saltasen todas las alarmas. Pocos días después, en Francia ocurre uno de los atentados más cruentos de los últimos años cuando dos hermanos yihadistas dieron muerte a una docena de personas en la sede de Charlie Hedbo.

Todo porque algunos de aquellos dibujantes osaron satirizar al profeta Mahoma en algunas de sus viñetas. ¿Se pasaron de la raya y ahora han pagado por sus pecados mortales? ¿Qué raya? ¿Quién se encarga de decidir quién vive y quién deja de respirar? No recuerdo a ningún cristiano que se haya cargado a algún dibujante por satirizar a Jesús, al Papa o al santo de turno. Bien es cierto que tales viñetas pueden herir la sensibilidad de muchas personas, pero que la pena por ello sea la muerte sangrienta...

Desde hace años que las amenazas a quienes se atreven a satirizar al profeta medran por todas partes. Es como si se hubiese vuelto de moda que los radicales islamistas amenacen a cualquier persona que diga algo subido de tono sobre ellos. Tales células terroristas no admiten críticas ni bromas, castigan a todos con la misma pena: la muerte. Ni siquiera responde al ojo por ojo, ya que en tal caso los radicales deberían responder con viñetas. La norma es simple: si dices algo negativo, te mato.

Además, no solo se amenaza la libertad de expresión, que es lo que todos parecen adolecer estos días. La amenaza se extiende, en cierta medida, a la seguridad en las calles de las principales ciudades europeas. Esto es muy grave, ya que por una broma de algunos podríamos pagarlo otros. No tiene ni pizca de gracia que alguien tenga tan poco sentido del humor, es como si unos adultos con la mentalidad de un niño tuviesen – de pronto – armas de fuego a su disposición y se dedicasen a disparar a quien se ría de ellos. O igual es justamente eso.

César P.

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