12 de enero de 2015

Machismo en el refranero popular


Yo no soy machista, solo macho ibérico.

Cuando alguien empieza una frase diciendo que no es algo, muchas veces está negando aquello que parcialmente sí es pero que no quiere reconocer. Todos caemos en alguna de estas negaciones categóricas de vez en cuando, lo curioso sobre ello es que suelen ser completamente falsas. Nadie es de una forma siempre, todos cambiamos de parecer y de opinión de un momento a otro, dentro de los esquemas mentales que mantenemos.

A las niñas no se les pega (O sea, que a los niños, sí)

Quedan en nuestro refranero popular unas cuantas frases que exhuman algo de machismo. Hace unos pocos días caí en la cuenta de este hecho tras leer el estado de una amiga cuya queja era que en vez de la anterior frase no se dijera, más bien, que a las personas no se les pega. Los dichos populares, como su nombre indica, son herencia de nuestros ancestros, padres, abuelos, etc. Si tenemos en cuenta que hasta hace un par de generaciones en este país no se tenía una democracia, no resulta nada sorprendente que aún tengamos estas perlitas en la punta de la lengua.

Lanzas como una niña

Pero ya es hora de empezar a cambiar las frases que decimos en ciertas ocasiones de nuestra vida. Al fin y al cabo, y no somos conscientes hasta que punto, lo que decimos a menudo es lo que pensamos, lo que creemos como cierto. Si uno se empeña en decir que es malo haciendo algo, por ejemplo con las matemáticas, acabará creyéndolo y, consecuentemente, lo será. Uno mismo se convierte en lo que dice que es. De la misma forma, repitiendo frases cuya veracidad es más que dudosa, uno puede terminar creyendo como verdadero algo falso e incluso – y esto es lo sorprendente – absolutamente infundado.

Los hombres no lloran (Luego, las mujeres sí)

Si tuviera que mencionar una frase contra la cual me rebelé en primer lugar, sería la que dice que los hombres no lloran. En mí no se aplica y soy un hombre, lo llevo siendo toda mi vida. Hace años, me cuestioné la veracidad de esta afirmación tras ver que, como es natural, los hombres lloramos igual que las mujeres, tal vez por motivos distintos pero lo hacemos, al fin y al cabo. ¿Qué sentido tiene afirmar algo falso? ¿Es más hombre el que no llora nunca o simplemente demuestra que ha logrado desvincularse de las emociones enajenándose de la realidad hasta tal extremo?

Afirmar que solo se pega a los hombres y que a las mujeres se les debe un trato de cortesía física es una rotunda tontería. A las personas no se les pega, debería ser el dicho, ya que pegando a alguien no se soluciona ningún problema incluso si esa persona se ha portado mal o ha cometido un crimen. Afirmar que las niñas lanzan mal o, en general, no son igual de buenas que los niños también es otra de las frases más habituales desde que somos pequeños. 

Obviamente, hay diferencias físicas entre hombres y mujeres pero el motivo por el cual algunas personas no desempeñan un buen papel en un deporte es siempre el mismo: falta de práctica, independientemente del sexo. El problema con frases de este estilo es que ya desde pequeños se nos meten en la cabeza y con el paso de los años es difícil erradicarlas. Responsables de ello son los padres, educadores y, sobre todo, el entorno en el que nos desarrollamos, en el cual se ensalza el machismo. Ser macho dominante es bueno, es un logro.

Los hombres cuentan sus hazañas sexuales y se les alaba como dioses del Olimpo pero si una mujer hace lo mismo se le tacha de zorra. Ese mundo es en el que vivimos, y va para largo. En plena guerra de ideas entre Oriente y Occidente, nosotros aún tenemos que hacer limpieza en nuestras propias mentes antes de proclamar ser democráticos, igualitarios y más modernos. En casa de herrero, cuchillo de palo. Lo que más clamamos ser es, posiblemente, de lo que más adolecemos. La lucha contra la desigualdad que sufren las mujeres en nuestras sociedad y contra ideas machistas de todo tipo es una asignatura pendiente que llevamos suspensa desde hace mucho. A este paso se nos acaban las convocatorias.


Hay mujeres que me darían una paliza con un brazo, cito como prueba de ello a una profesora de karate que tuve cuando era adolescente. Me derribaba con un solo movimiento a pesar de que yo era más alto que ella, no había nada que hacer al respecto. Es posible que de allí surgiese mi cuestionamiento a frases con connotación sexista, ya que desde joven me quedó claro que quien lo hace mejor es quien practica más y no quien tiene los órganos genitales por fuera.

César P.

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