Como parte de mi
trabajo comparto alegrías con mis alumnos, ya que cada aprobado que
cuesta lo suyo es una victoria en sí mismo. Hoy, me ha llegado la
noticia de que una alumna ha aprobado por los pelos las Matemáticas
de Sociales. La verdad es que me ha pillado por sorpresa, mayormente
porque no me esperaba una corrección tan rápida de su examen. Pero
bueno, a veces lo bueno no tarda, al parecer. Me he alegrado
sobremanera no solo por lo inesperado de la noticia sino, además,
porque es un aprobado de los más merecidos aunque la nota se haya
quedado un poco corta.
No hay que mirarle
los dientes al caballo regalado, como dice un viejo refrán.
Últimamente, vengo percibiendo mucho sufrimiento por parte de unos
pocos alumnos a los que enseño mates. Si bien algo de malestar
siempre acompaña el aprendizaje de esta asignatura, hay profesores
que no lo ponen precisamente más fácil. Sin ir más lejos, hoy he
visto el examen de otro alumno de primero de bachillerato a quien le
han puesto la menos un problema (de siete) muy difícil, dos que
están más en el temario de segundo y algunos muy fáciles.
Tal vez mi colega
considere “justo” regalar algunos puntos por un lado pero ponerlo
difícil para sacar más de un cinco. Con lo cual obliga al
estudiante medio a rozar la perfección en aquellos ejercicios
fáciles. Este planteamiento me parece un poco descompensado porque
no es fácil tener claro lo que los alumnos “dominan” y lo que
no. Pero una cosa tengo clara, preguntar por cosas que no se han
visto en clase de matemáticas no suele acabar bien para quienes se
examinan.
Vaticino la
hecatombe para este alumno en dicho examen, el cual hemos repasado
hoy en detalle. Pero bueno, una ventaja de estar en el instituto,
puede que la única, es que siempre hay más de una oportunidad para
remontar. Algo que me disgusta es que no me expliquen bien el temario
del examen, ya que sabiéndolo podríamos haber evitado el piscinazo.
Sin embargo, supongo que aún así nada podía apuntar hacia un
problema salvaje de optimización del cual no se había dado nada en
clase previamente.
El verdadero
problema es que no enseña a los alumnos a pensar en el instituto.
Los exámenes tienen que ser sota, caballo y rey por fuerza mayor, ya
que como nos salgamos de eso caen todos. Si a eso añadimos la mala
costumbre de ocultar exámenes, los profesores particulares no
podemos preparar bien a los alumnos con dificultad. Alguna vez
consigo un examen con el que puedo trabajar y la diferencia se nota
mucho porque entonces juego conociendo las cartas. De otra forma, es
apostar a ciegas y el tiempo de clases no es suficiente como para
cubrir todas las posibilidades.
César P.
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