4 de enero de 2016

Cómo llevar tu cuerpo donde nunca ha ido antes (parte I)

Esta semana ha sido algo así como una montaña rusa para mis ritmos circadianos. En lengua vernácula, he tenido que trabajar MUCHO y he dormido MUY poco. Contra todo pronóstico, tan solo he sufrido un día y llevo un par de jornadas más fresco que una lechuga, como se suele decir. Yo mismo me he llevado una agradable sorpresa con todo esto y voy a compartir mi experiencia con vosotros, estimados lectores, por si surge la eventualidad de que necesitéis dar el 200% durante algunas jornadas.

En primer lugar, analicemos las horas de sueño que he sumado estos días. ¿Cuánto he dormido por día? Llevo tres días con 3.5, 4 y menos de 6 horas de sueño, respectivamente. Según esta experiencia, 4 horas de sueño es el número crítico debajo del cual mi cuerpo no se recupera bien para la nueva jornada. Ahora que me ha quedado claro, cuando vuelva a estar en una situación parecida sabré maniobrar mejor solo con este dato. También cabe decir que las siestas de una hora u hora y media hacen auténticas maravillas, si puedes darte el lujo, claro. Si no puedes, lo llevas crudo pero es factible aún así seguir tirando.
  
Ahora, analicemos la situación y por qué no mola. Como norma general, no es buena idea dormir poco. Los estudios al respecto indican que resulta contraproducente recortar horas de sueño para trabajar más. Pero a veces no te queda más opción; así que vas y lo haces. Cuando tus previsiones de trabajo fallan, cuando surgen imprevistos y tienes que cumplir un plazo de entrega a pesar de todo si no quieres que tus clientes se enfaden demasiado o que piensen que no eres serio: estás en un problema serio.

Algo así es lo que me pasó esta semana: los planetas de desalinearon para causar una catástrofe planetaria que influyó gravitatoriamente en mi destino. Meh. Ahora en serio, tenía que enviar un par de documentos, uno de ellos completo al 100% y el otro avanzado en gran medida pero no acabado. Como surgieron muchos asuntos, me hallé entre la espada y la pared: con poco tiempo y plazos que cumplir a pesar de todo. Ahora que lo pienso, y siendo honesto, parte de esta situación fue culpa mía pero no al 100% ya que no puedo controlar lo que hacen otras personas, sería muy conveniente tener esa habilidad.

¡Ojalá hiciesen una app o algo para desactivar a amigos y familiares! Triunfaría. Hay factores externos diversos que influyen en mi rendimiento laboral que, por desgracia, no puedo apagar cual interruptor de bombilla. En el próximo artículo, narraré mi experiencia estos días de mucha vigilia y poco sueño. Y ante todo, mucho buen rollito. Vale, no, tanto trabajo no mola nada pero es lo que hay. La vie de merde...

César P.

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