5 de enero de 2016

Cómo llevar tu cuerpo donde nunca ha ido antes (parte II)

Bueno, ahora sí, centrémonos en cómo me las apañé (no sin gran dosis de improvisación) para cumplir en gran medida con lo que debía entregar. El día que me tocó dormir poco, cené pronto y ligero, dormí menos de cuatro horas y cuando me levanté tenía hambre así que mientras terminaba de despertarme comí algo en plan desayuno: unas rebanadas de pan con paté, si más no recuerdo.

Por desgracia, me llevó una hora llegar a mi "estado de vigilia" y fue horrible. Bostecé decenas de veces, me salían lágrimas de los ojos por tener la mirada fija en la pantalla ya que mis ojos no habían descansado lo suficiente. Por lo tanto, tuve que aguantar a pesar de que mis ojos no respondían bien. Para más colmo, mi cerebro tampoco está precisamente carburando al máximo.

Tuve que parar el trabajo en varias ocasiones, hacer minipausas por pérdida de concentración y diría que mi estado de vigilia se quedó en un 70% u 80%. Mi rendimiento respecto de mi desempeño habitual lo estimo en un 60% aproximadamente. Vamos, que no me cundió nada la primera hora.
Me queda clarísimo por qué tantos estudios indican que dormir menos para trabajar más es absurdo a pesar de que se suele pensar que sirve para algo esta práctica.

Después de eso, cuando el subidón del desayuno repuntó la energía adicional mejoró un poco la situación. Creo que esto sigue el principio de inercia de física: toda persona en reposo quiere seguir en reposo a menos que haya un buen motivo. Y, a todas luces, mi cuerpo intentó seguir en reposo pero fue mi fuerza de voluntad quien se impuso por encima de mis necesidades fisiológicas.

Estando un poco más despierto, seguí trabajando en el documento un par de horas más hasta que lo envié terminado. Acto seguido, me duché, cambié y salí a dar clases casi toda la jornada. Ese día, lo recuerdo perfectamente, fue como tener una resaca permanente que solo desaparecía unos segundos, tal vez pocos minutos como mucho. Me zumbaba la cabeza todo el tiempo y creo que no dejé de bostezar en todo el día como si acabase de salir de la cama. Paupérrimo.

La siguiente jornada requería una dedicación parecida aunque esta vez mi enfoque fue distinto. En el próximo artículo, me centraré en describir este segundo día y el cambio de estrategia que apliqué debido a las diferentes circunstancias.

César P.

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