Se anunció hace unas semanas y ya se llevó a cabo la subida
de la tarifa de la electricidad. Ya podemos ver las consecuencias de dicha
subida de precios en los gastos habituales que realizamos. Mi indicador de
subidas es el precio del café que suelo tomar en una cafetería de la estación
que frecuento con más asiduidad en Madrid: la Estación de Autobuses de Avenida
de América.
Otros cinco céntimos más sitúa el precio del café en la
cifra récord de 1.50 €, actualmente. Después de varias subidas consecutivas y
que separadas en el tiempo en tan solo unos meses el precio del café alcanza un
nuevo máximo, a todas luces provisional, por desgracia. En efecto, no tiene
pinta de que vaya a bajar en un futuro próximo, antes volverá a subir algunas
veces más.
Pero quien dice un café dice algún producto de primera
necesidad o cualquier cosa de uso cotidiano. El precio de la electricidad
repercute en los precios que los establecimientos imponen. Cada vez que el
Gobierno aprieta con las tarifas de la luz el efecto se siente en las subidas
no solo de la factura sino también de muchos productos de primera necesidad o
de gran demanda. Algunos se vuelven realmente prohibitivos para el consumidor
medio.
Los negocios pequeños y medianos son los más afectados por
dichas subidas y, por consiguiente, son los que tienden a subir más sus
precios. Las grandes superficies también sienten la subida ya que gastan mucha
electricidad pero pueden asimilar los tarifazos
mejor. Como consecuencia, es posible que incrementen en menor o muy poca medida
los precios.
Siguiendo este razonamiento, el consumidor, movido por los
recortes con los que se le flagela y que alberga grandes esperanzas en
encontrar la manera de llegar mejor a fin de mes, buscará los mejores precios y
dejará de gastar tanto dinero en cafés – u otros productos - que no necesita.
Es decir, consumirá menos en bares y cafeterías para destinar este dinero exclusivamente
a los productos de primera necesidad.
En resumen, los negocios se verán mermados en clientela y
algunos tendrán que cerrar por no poder hacer frente a los crecientes costes.
Argumentamos, según esta línea de razonamiento, que los mayores afectados son
tanto los consumidores como los dueños de pequeños y medianos negocios. Algunos
de éstos últimos, mal que bien, aguantarán la tempestad pero muchos no podrán
hacer frente a sucesivas subidas y zozobrarán en la empresa de dirigir un
negocio propio.
Con cada subida el Gobierno criba a más empresas que buscan
hacerse con un lugar consolidado en el mercado. Por lo tanto, esta estrategia de ajustar más a todos con tarifazos solo
crea más desempleo, deudores, estresados, etc. Me pregunto si esto no lo
tienen en cuenta a la hora de dejarse mover por el afán recaudatorio. Si el
Estado español necesita dinero debería de recuperar con más prisa lo que algunos
amigos de lo ajeno han tomado de las arcas públicas con todo el descaro del
mundo.
César P.
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