Estoy convencido de que mi
ordenador muestra claros síntomas de locura. Todo empezó al poco tiempo de
recibirlo en casa. Llegó por correo en un bonito pero simple embalaje que no
tardé en quitar con mis propias manos en pleno frenesí mientras gritaba en mi
interior: ¡Tengo nuevo ordenador!, ¡tengo nuevo ordenador!
Instalé los programas
básicos y empecé a navegar. Voilá, iba como la seda, la mar de rápido y sin
colgarse. Atrás se habían quedado las insufribles pantallas congeladas o las
pérdidas de señal WIFI que mi anterior portátil no dejaba de sufrir cada pocos
segundos. Pensé que, después de mucho tiempo, por fin un ordenador me
comprendía. Hasta daba la sensación de saber lo que quería hacer antes de
introducir la orden en los periféricos. ¡Una pasada!
Sin embargo, a medida que
empecé a meter más cosas en el ordenador empezó la pesadez. Hasta ahí ni tan
mal pero después de instalar un juego o dos pasó lo peor: el infame pantallazo
azul de la muerte. Este mal me ha acompañado a lo largo de semanas, meses y
años. Hoy en día, aún no he podido erradicar esta lacra de mi vida. Cabe decir
que no he tenido la paciencia de formatear mi portátil. Mea culpa.
Aún así, el pantallazo azul
me persigue. Una vez te llega el pantallazo azul en Windows ya no hay vuelta atrás. Ese ordenador queda maldito para siempre, no hay forma humana de
exorcizar ese demonio. Da igual lo que hagas, da igual a quién llames o el
algoritmo que sigas. La realidad es tal y como afirmaba el agente Smith a Neo:
es inevitable, Sr. Anderson. El pantallazo azul es como las rebajas, siempre
vuelve.
Y más a lo bestia, si cabe.
No se corta un pelo, lo mismo aparece cuando – inocente de ti -imprimes un
documento (esta mañana me pasó, ¡no digáis que no es posible!) o cuando estás
viendo un vídeo (al menos eso es más fácil de digerir porque exige más al
procesador, ¡pero aún así!) En fin, cosas de la vida, supongo. Cosas de
Windows. Es inevitable y no tiene cura.
Lo mejor que se puede hacer
es cambiarse a un sistema operativo más fiable y tan fácil de usar –
actualmente – como Winbugs, me refiero a cualquier versión reciente de Ubuntu.
Linux tiene muchas distribuciones, siendo Ubuntu la que más ha evolucionado para
tener un aspecto muy parecido a Windows y, por lo tanto, convertirse en un
sistema muy fácil de usar para los novatos. Sin embargo, tiene la estabilidad
de Linux, está libre de virus y siempre se puede tirar de consola para lo que
sea. Una pasada.
Si tú, querid@ lector@,
también sufres por dentro por culpa del sistema operativo más colgado del mundo, no lo dudes más:
huye. Huye, no mires atrás. Solo vuelve a Windows cuando no tengas otra opción
y por medio de ventana virtual o emulador (como Wine). Y si no vuelves, mejor.
César P.
No hay comentarios :
Publicar un comentario