12 de noviembre de 2014

Días pasados por agua en la capital


Estoy convencido de que hay días en los que no habría que salir de casa, ya que el destino nos guarda desventuras por doquier y es vano intentar salir airoso de tan desbalanceada contienda contra los elementos. Cuando la lluvia no para de golpear cada centímetro de tu indumentaria, no hay impermeable que aguante. A la larga, el agua se hace con el camino hasta el interior de tu ropa y se extiende por diversos recovecos humedeciendo todo a su paso.

Calarse cuando hace frío y hay viento no es ninguna experiencia agradable. Si a esto sumamos una garganta irritada por los diversos vaivenes de esta época del año, el resultado es un desagradable viaje a donde quiera que se vaya. El único lugar seguro y confortable para nuestro tracto respiratorio es nuestra propia cama. No vale nada más en la lucha contra los elementos. Parece ser que nada iguala al poder curativo de nuestro cálido lecho.

Sin embargo, estar malo no hace que el mundo deje de girar en absoluto. Hay que salir. Hay que ir a clase, al trabajo, a casa a la hora de la comida, de vuelta al trabajo, vuelta a empezar. El ciclo de la monotonía no se detiene y la rueda gira incluso cuando el agua es lo único que parece rodearnos. Incluso cuando nuestro hábitat parece más acuático que terrestre. En días como estos es cuando hasta los paraguas más inquebrantables ven su determinación doblarse como una hoja en el viento ante la atónita mirada de sus dueños, quienes habían depositado en vano las esperanzas de un viaje exento de agua en ellos.

Todo lo que pueda fallar, fallará ante la implacable constancia de la lluvia. La televisión irá a saltos, la conexión a internet hará lo que le dé su electrónica gana y, estoy seguro, los móviles actuarán más raro que otros días. Lo saben. Saben que es el día adecuado para confabular en tu contra, el mundo entero se alía para hacerte de tu vida un día inolvidable. Ten por seguro que las nubes son quienes lideran la conspiración, han estado esperando pacientemente el día más adecuado, ese en el que debes hacer algo importante.

Así que mejor disfruta bien de ese café caliente de la mañana, el primero del día, cuando aún no se te ha ido el día de las manos y despídete de tu oasis de confort. Te espera la vida misma.

César P.

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