14 de noviembre de 2014

Cuando la okupación es una necesidad

Puede parecer difícil de creer pero se ha llegado a un punto tan preocupante en la sociedad que hay numerosas familias sin hogar. La únicas soluciones que encuentran es o bien vivir en la calle o bien ocupar una vivienda de forma ilegal. Sin embargo, ambas alternativas tienen claras desventajas y generan inconvenientes de distinta naturaleza.

Por una parte, vivir en la calle no es nada agradable y menos en la época actual, invierno. El frío se cuela por todas partes y es muy duro soportarlo. Por eso no es raro ver a indigentes dormir en cajeros en diversos puntos de la capital y otras ciudades. Pero las circunstancias de una persona sola no son las mismas que las de una familia; en este segundo caso la situación se complica mucho.

La okupación es la práctica de entrar a vivir en una vivienda o local de forma, digamos, irregular. Literalmente, se trata de entrar en un sitio y poner la tienda de campaña. Sucede desde hace mucho tiempo y se suele asociar con comportamientos indeseables de quienes invaden de esta forma, los okupas. En ocasiones, se relaciona con la droga, el alcohol, etc. Pero no siempre es este el caso, a veces se trata del último recurso de personas que no tienen hogar.

Hay varios sitios en Madrid donde se puede ver okupación e incluso chabolas en plena vista, como en Moncloa-Aravaca, en todo el centro de la capital. En el caso de los asentamientos chabolistas, se trata de ir un paso más allá, ya que estas viviendas se levantan en un terreno vacío o mayoritariamente abandonado, por lo general un solar sin uso. Debido a la falta de calefacción, quienes viven en chabolas suelen hacer fuego para soportar el frío, al estilo de antaño.

Las autoridades se encargan, por medio de los mecanismos legales pertinentes, de echar a los okupas o a los chabolistas pero el desalojo no soluciona el problema. Bien pueden irse a otra parte a ocupar, ya que el desalojo siempre es avisado con antelación. Incluso podrían irse antes de llegar a ser desalojados por la policía. El problema es que hay personas, es más, familias enteras que no tienen una vivienda en la que residir.

No todos los que se encuentran en esa situación se lo han buscado, algunos simplemente no han podido adaptarse a la cambiante situación de los últimos años. El apretón de cinturón ha sido demasiado para ellos o tal vez se quedaron sin trabajo y no pudieron encontrar otro en condiciones. Son muchas las posibilidades, cada persona es una historia distinta y una realidad compleja.

Las autoridades suelen lavarse las manos, desalojan – si es que lo hacen – y miran a otro lado. Quienes suelen sufrir las ocupaciones son los vecinos de las viviendas ocupadas. En cualquier caso, los okupas saben que tienen meses o, incluso, años para disfrutar de las viviendas que han invadido. Y lo aprovechan.

Ya sean cuatro jóvenes que no pueden pagar un alquiler, como declaran quienes ocupan el Colegio Mayor San Juan Evangelista, o familias que no tienen muchos ingresos, como quienes ocupan viviendas del ayuntamiento en Parla, esta situación debe regularizarse. No en vano algunos pagamos impuestos, ¿no? Y, repito, la solución no es echarlos a la calle de una patada.

César P.

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