La vida es, con
cierta frecuencia, más injusta de lo que nos gustaría pero eso es
ley de vida. No hay nada que hacer al respecto, así que lo mejor es
llevarlo tan bien como se pueda. En el ámbito de la educación, y en
otros, como el trabajo, siempre ha habido – y habrá – quienes
sin dar palo al agua llegan y se llevan el santo, mientras que, por
otro lado, hay quienes dedican horas y consiguen más bien poco.
Desde hace años
me pregunto si se trata de capacidad intelectual o si el factor
psicológico es el que más pesa. No he llegado a ninguna conclusión
categórica pero sí intuyo que ambos factores pueden estar
contribuyendo en personas que se dan de cabezazos contra la pared una
y otra vez. Hace poco, me he llevado una gran decepción con una
alumna que ha suspendido varias asignaturas a pesar de que no ha
parado de estudiar y hemos dedicado mucho tiempo en preparar una
asignatura. A pesar de todo este esfuerzo continuo y canalizado, no
ha habido manera de aprobar.
¿Qué más se
puede hacer a este respecto? Como profesor, a veces me llevo
varapalos y diversos reveses, ya que espero lo mejor para algunos de
mis alumnos y los resultados no siempre acompañan. Estos momentos de
frustración me sirven para reflexionar sobre algún nuevo enfoque a
las asignaturas que, tal vez, pueda contribuir a salvar la situación
antes de que nos pille el toro. Sin embargo, la educación no es
ninguna ciencia actualmente, si es que alguna vez eso cambia, y lo
que se explica a una persona puede caer completamente en saco roto
con otro alumno. Es complicado.
En ello reside el
arte de educar a las nuevas generaciones, lo cual nunca es tarea
fácil ni trivial. Debe hacerse con sumo cuidado y manteniendo la
iniciativa. La motivación juega un papel fundamental en el
aprendizaje, ya que un alumno decaído no asimila los contenidos de
la misma forma que uno emocionado por aprender nuevas cosas. Es
difícil motivar a quienes saben bien su condición, aquellos que
estudian y estudian para aprobar raspado o sacar notas mediocres.
Por otro lado,
siempre están los que recurren a la picaresca para pasar de curso,
sacar notas decentes, etc. Al final, quienes eligen la vía “fácil”
acabarán dándose de bruces cuando no puedan recurrir a este método,
como en exámenes oficiales. Mientras, el alumno que trabaja duro
seguirá su rutina diaria cual hormiga obrera hasta llegar a la meta,
no sin sufrimiento. ¿Es que estamos haciendo algo mal los
profesores? Desde mi punto de vista, los temarios son tan light
que quitarles más cosas
convergerá en dar aprobado general, ¿qué es lo que falla en este
sistema? ¿Todo?
César P.
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