26 de abril de 2015

Cuando un profesor no enseña bien

En España, la profesión de docente no está bien reconocida. En otros países, los profesores son más valorados y, en algunos, solo a los mejores alumnos se les permite ejercer como profesores. Aquí, sin embargo, muchas personas que no consiguen sus objetivos profesionales optan por asegurarse un puesto fijo como docentes en centros educativos de secundaria y bachillerato. ¿Quién sale perjudicado con este asunto? Como no podía ser de otra forma, los alumnos.

Yo me dedico a dar clases particulares a diversos alumnos en Madrid. Parte de mi trabajo es entender las dificultades de cada uno de mis alumnos para encontrar la forma de explicar las asignaturas que mejor convenga. Con frecuencia inusitada, me encuentro con alumnos que se quejan de que el profesor o la profesora de cierta asignatura no explica bien. O sea, que en clase en el instituto no entienden prácticamente nada. Su asistencia a dichas clases se limita a poco más que copiar en un cuaderno lo que pueden.

Esto genera un daño muy profundo en ocasiones, a veces tanto que por muchas clases que yo dé con el alumno no hay manera de que se subsane la situación. A veces mis clases hacen poco por el joven al que le han causado una confusión brutal de conceptos e ideas. Una fracción de estos alumnos en crisis consigue sacar adelante las asignaturas con suerte o por empeño. Para la mayoría, sin embargo, el asunto no acaba bien. En ocasiones, la culpa recae también sobre mí aunque no sea merecida.

Siendo realista, yo no puedo deshacer en unas “pocas horas” una maraña mental que ha llevado meses elaborar, incluso años. Algunos alumnos captan mis consejos y empiezan a ir mejor desde el primer momento pero otros siguen hundidos en el pozo desde el cual no ven la salida. Para algunas personas, el daño que se les causa a base de malas explicaciones es demasiado acusado y no hay manera. Son años de malas influencias, sobre todo si el “mal” profesor imparte varias asignaturas o se cruza por su camino en más de una ocasión.

Esta turbia bomba de relojería explota, si es que no lo hace antes, inevitablemente en segundo de bachillerato, el curso cuyo objetivo es nivelar los conocimientos para preparar la prueba de acceso universitario, PAU. Muchas personas se quejan de que no entienden las mates, unos pocos tienen problemas con física y/o química y una cantidad importante de alumnos me confiesan que no entienden para nada la filosofía. ¿Qué tiene en común estas asignaturas? El pensamiento lógico subyacente a la comprensión ya sea de problemas numéricos o de esquemas mentales.

Hay un problema muy serio que afecta a un gran número de estudiantes: los profesores que están cabreados. Quienes no han conseguido sus objetivos personales y, por lo tanto, han tenido que “conformarse” con un puesto de trabajo fijo, en este caso de docente, son propensos de acabar pagando algunas de sus frustraciones con los alumnos que tienen a su cargo. Los resultados son nefastos y evidentes en el rendimiento escolar. Esta es la más preocupante consecuencia de que no haya un control exhaustivo sobre los profesores en la actualidad.

César P.  

No hay comentarios :

Publicar un comentario