A menudo, veo a mis dos
perritas cuando están retozando en su cama o en el sofá y siento envidia por la
simplicidad de sus vidas. Se contentan con hacernos compañía, meten las narices
en lo que hacemos, nos siguen a todas partes y su mayor alegría es salir a la
calle – cuando el sol no golpea fuerte – para dar una vuelta. No sé si es que
nuestras vidas son demasiado complicadas o es que las hacemos más enrevesadas
de lo que deberían ser. De los perros podemos aprender una lección: disfrutar
de las pequeñas cosas.
Recuerdo que hace años
pensaba que la vida del estudiante, a pesar de ser un poco rollo cuando hay
muchos exámenes, no está nada mal. Me reafirmo en ese pensamiento, ya que desde
hace poco más de un año he asumido nuevas responsabilidades y he tenido que
compaginar trabajo con estudios. Y es un coñazo, se hace muy pesado estar al
loro de todas las responsabilidades que me han caído encima. En realidad, no
estoy seguro de cómo he conseguido hacer frente a todo lo que me ha surgido en
los últimos meses.
Ahora en verano, necesito
de una vez por todas un merecido descanso: vivir como los perros. Retozar en
casa, salir a pasear, dormir cuando no tenga nada que hacer. Comer, dormir y
jugar. Por qué no, la vida del perro doméstico no está nada mal, creo que me
gustará emular la rutina de mis dos perritas. Puede que hasta me anime a dormir
en el suelo, ya que seguro que está más fresco que la cama. ¿Me atreveré con
las galletas de perros? Mejor no, no vaya a ser que les deje sin nada a éstas
dos.
Ya que he tenido
tiempo para pasar en casa a mi rollo, he notado que el ansia viva me ha venido de pronto. Ayer por la tarde, he estado
comiendo sin parar con más gula que los últimos días, ha sido una sorpresa ya
que debido al calor llevaba unos días comiendo muy poco en comparación a lo que
suelo consumir. Lo único que me apetece es tomar algo fresco, ya que parece que
se me evaporan los líquidos del cuerpo debido a este calor tan coñazo que ha
llegado para quedarse. He averiguado que ya estamos en los 40 ºC, ya decía yo
que este bochorno no era normal, es un anticipo de lo que nos espera.
César P.
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