23 de julio de 2015

Bohemiarse siempre sienta bien


He estado una semana en París, una de las ciudades más bonitas del mundo que si bien tiene sus cosas buenas y malas siempre da lugar a un rollo bohemio que mola. Las vibraciones son distintas a las de Madrid, la gente es diferente, el ambiente es otro. Además, no sé qué pasa exactamente que consigue sacar de mí ese lado artista. Algo pasa en París, eso está claro. Ese gusanillo que se ha alimentado en primera persona de las calles parisinas estos días me da motivación para retomar mi trabajo con fuerza y emprender nuevos proyectos. Estoy de vuelta en Madrid pero no soy el mismo; me siento recargado en inspiración y creatividad.

Ya tengo posibles candidatos para el siguiente gran viaje. Por un lado, mi ciudad natal, Lima, donde me he criado la mitad de mi vida y aprendí tantas lecciones que me sirven a diario. Por otro, volver a Roma me ronda la cabeza desde hace un tiempo. Creo que se trata de completar algo que en su momento no pude hacer con total libertad. Tengo la espinita clavada desde hace años porque aún no era mayor de edad cuando estuve por allí. Me tocó quedarme con los monitores y no puede escaparme a callejear, que es lo que me habría gustado hacer. Me lo pasé muy bien, es uno de los viajes que más atesoro de mi adolescencia. Pero siento el deseo de volver y hacer las cosas a mi manera sin que nadie me controle.

En Madrid, rara es la ocasión en la que me suelto la melena a día de hoy. No sé que ha pasado con ese grupo de amigos que quedábamos para darlo todo, la gente está ahora demasiado ensimismada en sus asuntos como para tomarse unas cañas. Tengo la sensación de que a medida que nos hacemos mayores, por algún motivo que no entiendo, perdemos esa soltura que antaño era habitual. ¿Tanto cuesta dejarse llevar un poco a los veintipico años? ¡No quiero saber lo que nos depara a los treinta a este paso!

Ahora cuesta convencer a algunos para salir a tomar algo. Lo que me cuesta asimilar a mí es que haya que convencer a alguien para divertirse. Hace algunos años, un amigo acuñó el término bohemiarse en uno de nuestros viajes más célebres, nada menos que en París. Él sigue fiel a su filosofía, se desmadra cada vez que tiene ocasión. Los demás del grupos vamos a ritmos distintos en busca de una longevidad mayor. Aunque algo me dice que este chaval nos va a enterrar a todos al paso que vamos.

César P.

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