He estado una
semana en París, una de las ciudades más bonitas del mundo que si
bien tiene sus cosas buenas y malas siempre da lugar a un rollo
bohemio que mola. Las vibraciones son distintas a las de Madrid, la
gente es diferente, el ambiente es otro. Además, no sé qué pasa
exactamente que consigue sacar de mí ese lado artista. Algo pasa en
París, eso está claro. Ese gusanillo que se ha alimentado en
primera persona de las calles parisinas estos días me da motivación
para retomar mi trabajo con fuerza y emprender nuevos proyectos.
Estoy de vuelta en Madrid pero no soy el mismo; me siento recargado
en inspiración y creatividad.
Ya tengo posibles
candidatos para el siguiente gran viaje. Por un lado, mi ciudad
natal, Lima, donde me he criado la mitad de mi vida y aprendí tantas
lecciones que me sirven a diario. Por otro, volver a Roma me ronda la
cabeza desde hace un tiempo. Creo que se trata de completar algo que
en su momento no pude hacer con total libertad. Tengo la espinita
clavada desde hace años porque aún no era mayor de edad cuando
estuve por allí. Me tocó quedarme con los monitores y no puede
escaparme a callejear, que es lo que me habría gustado hacer. Me lo
pasé muy bien, es uno de los viajes que más atesoro de mi
adolescencia. Pero siento el deseo de volver y hacer las cosas a mi
manera sin que nadie me controle.
En Madrid, rara es
la ocasión en la que me suelto la melena a día de hoy. No sé que
ha pasado con ese grupo de amigos que quedábamos para darlo todo, la
gente está ahora demasiado ensimismada en sus asuntos como para
tomarse unas cañas. Tengo la sensación de que a medida que nos
hacemos mayores, por algún motivo que no entiendo, perdemos esa
soltura que antaño era habitual. ¿Tanto cuesta dejarse llevar un
poco a los veintipico años? ¡No quiero saber lo que nos depara a
los treinta a este paso!
Ahora cuesta
convencer a algunos para salir a tomar algo. Lo que me cuesta
asimilar a mí es que haya que convencer a alguien para divertirse.
Hace algunos años, un amigo acuñó el término bohemiarse en uno de
nuestros viajes más célebres, nada menos que en París. Él sigue
fiel a su filosofía, se desmadra cada vez que tiene ocasión. Los
demás del grupos vamos a ritmos distintos en busca de una longevidad
mayor. Aunque algo me dice que este chaval nos va a enterrar a todos
al paso que vamos.
César P.
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