Como parte de mi
trabajo evalúo el rendimiento de los alumnos y con cierta frecuencia
el de los padres, también. Cuando los alumnos mejoran con prontitud,
los padres tienen mucho que ver. Cuanto más se involucran en la
educación de sus hijos, mejor resultado obtenemos con las clases. En
realidad, estimo que todo lo que se hace en clase tienen que ser
repasado y practicado por el alumno. Para ello, lo ideal sería
dedicar la misma cantidad de tiempo en este trabajo personal por
cuenta propia. Sin embargo, no todos los alumnos llevan a cabo esta
simple regla de estudio. Lo habitual es que dediquen menos tiempo al
repaso y que se centren solo en lo que tienen que poner al día.
También hay
quienes solo se miran los contenidos cuando estoy yo delante de
ellos. Por no mencionar los casos patológicos que pasan de todo lo
anterior y tan solo hacen algo de caso cuando damos clase. Y casi ni
eso. No sé qué les pasa a algunos chavales que están
permanentemente ensimismados y somnolientos. Es como si no terminasen
de despertarse nunca y, por lo tanto, cuando damos clase no están al
cien por ciento en lo que estamos haciendo. Después de casi un año
dedicándome a esto a tiempo completo, sigo sin saber cómo lidiar
con este tipo de casos. Qué puedo hacer yo si los chavales duermen
mal y encima no se preocupan por dedicar tiempo al estudio.
Para colmo de
males, cuando los alumnos no se interesan en mejorar, los padres
suelen estar ausentes o poco involucrados en su rendimiento escolar.
Por ello, el fracaso en este ámbito se traslada directamente a
ellos, ya que son los responsables directos de estos malos
resultados. Por contratar a alguien para suplir las carencias
educativas no se arregla mágicamente el problema. Cuando subyace una
problemática más complicada, que está arraigada por diversos
factores internos y externos, el asunto no se resuelve con un
profesor particular que viene unas horas para tratar los contenidos
que el alumno ya debería dominar. Nosotros trabajamos la parte
teórica y la práctica en las asignaturas que conllevan cálculos.
Pero no trabajamos lo demás.
Por lo tanto, es
como si solo lidiásemos con la punta de un iceberg sin tener en
cuenta todo lo que hay por debajo. El problema, además, es que pocas
veces puedo hablar con los padres con la confianza necesaria como
para explicarles cual es el verdadero problema. Me sorprende siquiera
que tenga que explicar algo así, que me parece evidente. Siempre he
sido un buen estudiante en el sentido de saber lo que hay que hacer
para aprender los contenidos necesarios. No siempre he estado
concentrado como debería con el estudio pero también ese asunto me
permite conocer el problema de algunos estudiantes desde mi
experiencia.
Hay muchos padres
que no tienen ni idea de cómo educar a sus hijos. Lo que es peor,
consideran que gastando dinero en un profesor se arregla todo. Es
decir, el razonamiento es éste: no sé cómo arreglar el problema,
en vez de sentarme con mi hijo o hija a estudiar o hablar del asunto,
le echo el muerto a otro y que haga lo que pueda. Así, si mi hijo o
hija no aprueba es porque no quiere y ya no tiene excusa. Como
cualquier otro silogismo, éste también cae por su propio peso.
César P.
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