27 de noviembre de 2015

La aventura de ser padre: 3 meses antes del gran día

Ayer hablaba con mi novia mientras dábamos un paseo por el barrio y me dijo: “ya apenas quedan 3 meses y una semana para salir de cuentas”. Entonces recordé lo avanzado de su estado, que llevamos ya semanas comprando cosas para el bebé, que la montaña de pañales empieza a apilarse, tantas cosas. En un momento, todo se volvió como más real de lo que ya venía siendo. Mi hijo llegará en solo tres meses de nada, ¡solo un trimestre! Luego, me queda una evaluación para ser padre primerizo y mi vida va a dar un cambio radical.

¿Estaré listo? ¿Seré un buen padre? ¿Molaré como padre? Esas preguntas me acechan tras cada esquina algunas veces, ¡¿seré un buen padre?! Venga, va, un momento de relax. Quiero pensar que sí, incluso tengo ideadas algunas pautas para la educación de mi hijo que me parecen innovadoras. Como profesor particular desde hace ya casi una década, he aprendido unas cuantas cosas y más en el último año, durante el cual esta actividad ha llegado a ser mi principal fuente de ingresos. Sin embargo, visualizo una conjunción de sucesos que me puede catapultar lejos. Al estrellato o estrellado, como se suele... bueno, no se se suele decir, ¿o sí? Se me acaba de ocurrir.

En fin, divago porque mi cerebro no deja de evaluar diversas situaciones. ¿Seré un buen padre? ¡Maldición! ¡Vale ya! A veces, pienso “solo son potenciales eléctricos revoltosos”. Obviamente, me refiero a mis pensamientos. Pero vaya si revuelan últimamente. Mi novia no es la única con las hormonas agitadas. Algunos días a mí me entran dudas sobre mis capacidades pero pronto se disipan. No soy una persona insegura en lo que a mis habilidades respecta, sé lo que puedo hacer y sé lo que no. Entonces, aprendo a hacerlo. No dudo ni tengo miedo. Pero, el maldito pero... ¿y si las cosas no salen remotamente como me gustaría?


Así es la vida, supongo. Un frenesí de sorpresas empaquetadas de muchas formas, cada cual más irónica. Porque la vida, como ya sabrás, tiene una ironía refinada por la mismísima selección natural de las cosas. Sea que lo que sea, espero que venga bien y el tiempo dirá. Me interesa conocer a mi hijo, hablar con él y decirle, algún día: “te queda mucho por aprender, pequeño saltamontes”. Primero, tendré que cambiarle los pañales bien.

César P.

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