31 de marzo de 2016

Las noches en el hospital

Ya me conozco bien la rutina aunque no es agradable. Algunos hospitales te hacen sentir mejor que otros, ya que algunos me dejan entrar a hacer compañía a mi novia y otros no. Es incómodo estar en la sala de espera dos horas sin saber nada hasta que sale ella y me dice lo que le han comentado. A mí, poco caso me hacen a menudo.

Anoche lo pasé especialmente mal. No me gusta sentirme aislado de todo, separado. Creo que deberían involucrar más a los padres en este tipo de atención, ya me siento bastante lejos de mi hijo antes de que nazca como para que me aparten más. La espera se hace muy larga estando solo en una salita lúgubre y casi en silencio.

Me sentí aislado de todo, tanto de la revisión como del estado de mi pequeño. Al final, tampoco me dijeron nada a mí ni a Tamara. Solo nos despacharon con una hoja que explicaba la revisión. Eso fue en el hospital del henares, en San Fernando de Henares. Hace ya una semana de eso, también hemos estado en el Severo Ochoa hace unos días.

Esta vez allí la espera fue hasta agobiante. Me puse muy nervioso porque tuve que estar dos horas, nada menos, esperando a que saliese tamy de la sala de urgencias. No me dijeron nada ni me dejaron entrar. Al menos en el hospital del Henares me dejaron entrar un rato aunque acabé durmiéndome por el cansancio.

Pero en el Severo lo pasé especialmente mal. No había nadie. De rato en rato, pasaba alguien y me echaba una mirada furtiva. Y nada más. Estaba muy oscuro y ¡me quedé al lado 10% de batería! ¡Casi me muero del aburrimiento encima! Estar sentado en un sitio así cuando estás cansado es lo peor.

Así que llegado a cierto momento, me puse a caminar en círculos. Empecé a abrir puertas automáticas porque me aburría. Llamadme rebelde pero alguien tiene que comprobar si los sensores de esas puertas funcionan, ¿no? Y, bueno, estuve un rato deambulando, incluso fui a mirar los cafés. No había ningún enchufe donde cargar el móvil sin dar el cante. 

Entonces, cuando me cansé de andar me senté y di por perdido lo de esperar. Y, entonces, salió Tamy y nos fuimos. Eso sí, cafelito pal camino y un par de bofetadas para espabilarme antes de arrancar. Había un conductor ninja que estaba agazapado al volante cuando aparque y coincidimos al salir, pasamos por la misma espera.


César P.

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