Si les parece, estimados lectores de este
blog, detengámonos en algunos pequeños detalles de actualidad geopolítica.
Debemos el término GEOPOLÍTICA a un autor
sueco llamado Rudolf Kjellén, quien pensó en la idea a principios del siglo XX.
La geopolítica es una ciencia que toma en cuenta la geografía mundial para
explicar fenómenos políticos internacionales. Es una idea interesante porque
quita el ojo de los hechos (me refiero a las consecuencias de determinadas
decisiones) y los lleva a las motivaciones por detrás. Analiza las relaciones
internacionales que subyacen a decisiones que afectan a otros Estados. Con lo
compleja que puede resultar, la geopolítica propone un saludable ejercicio de
atar cabos. Me extenderé brevemente sobre este tema.
Deberíamos introducir la idea de soberanía.
La soberanía es un concepto que determina las potestades de un Estado, es
decir, las atribuciones de los poderes que lo integran. Todos los países del
mundo la ejercen cada día cada vez que sus Parlamentos sancionan leyes, sus Tribunales imparten Justicia y sus
líderes toman decisiones. Naturalmente, cuando estas decisiones repercuten
fronteras adentro, en la medida en que esas decisiones no sean obscenamente
repudiables, el análisis no va más allá. Por lo general, debe haber un
escenario de mucha efervescencia social, violencia sin control o pérdida de
apoyos internacionales para dejar de respetar la soberanía de cada país. Las
fronteras son un límite, una divisoria que marca el fin del ejercicio de soberanía
por parte de un país y, por lo tanto, el territorio donde comienza el ejercicio
de soberanía de otro país. ¿Son un límite arbitrario? Claro, de lo más
arbitrario. ¿Son un límite real? Casi siempre sí. Lo que sucede es que basta
que un país diga mis fronteras no terminan aquí sino allí para que se plantee
el escenario para un enfrentamiento militar inminente que definirá con
argumentos de pólvora quién tiene la razón.
Ahora, si nos movemos más allá de las
fronteras de los Estados entramos en las decisiones que conforman la política
exterior de un país. En lo que hace a las relaciones internacionales (entre
países) ya no se tolera cualquier cosa. Es idéntico a lo que pasa con esa gente
que dice “En mi casa hago lo que quiero.” De acuerdo, dentro de tu casa lo que
tú más quieras, pero ni bien sales a la calle me cumples tal y cual norma,
sobre la que todos estamos de acuerdo. “¿Y si no?” Y si no tendrás problemas
conmigo y con todos tus vecinos. Estos dueños de su jardín que representamos
son los países que luego tienen problemas a la hora de comportarse cuando salen
de su casa. Por descontado, la relación con sus vecinos no es la mejor.
Pero por encima de estas situaciones, hay
una especialmente interesante desde un punto de vista geopolítico, a saber:
países que asumen que su posición en la cartelera del elenco mundial de Grandes
Potencias del Mundo pueden penetrar esas barreras invisibles para hacer valer
sus intereses de afuera hacia adentro. Si bien ha sido algo común en el pasado,
hoy no siempre esas licencias tienen por debajo una pretensión territorial, una
búsqueda de mover fronteras hacia un lado o hacia otro, sino directamente hacer
valer influencias y obtener ventajas económicas. Y si hay que hacerlo con algunos misiles en el
equipaje, vale.
Fenómenos geopolíticos-militares actuales
entre muchos: los constantes enfrentamientos sobre la Franja de Gaza entre
Palestina e Israel, la Guerra de Irak y Afganistán, el enfrentamiento entre la
Corea del Norte comunista y la Corea del Sur liberal. La Guerra Fría es un
grandioso tema de estudio geopolítico también. Esta semana, el tema geopolítico
es una severa crítica de Corea del Norte por un entrenamiento de tropas muy
cercano a sus fronteras; la semana siguiente seguramente sea alguna advertencia
de Estados Unidos o la ONU en relación a Irán y sus armas nucleares; luego será
el turno de acomodar algunas fichas en el Norte de África, y quizás después
llegue el momento de volver sobre Palestina e Israel.
Tolxoko.
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