9 de febrero de 2014

La moralidad de los “escraches”

Hace unos meses, cuando hubo una subida del crispamiento de ciertos colectivos con respecto de la situación actual, se habló mucho de algo denominado “escrache”. Este término, cuyo origen no tengo claro pero que se usa en Uruguay, Argentina y España, hace alusión a una manifestación un tanto más “activa” de lo normal en la cual el objetivo es presionar a una persona que ostenta un cargo público, por lo general un político, y hacerle pasar vergüenza. Se llevaron a cabo algunas de estas manifestaciones en domicilios de algunos políticos de este país hace unos meses.

Como era de esperar, debido a la presteza de las autoridades cuando de proteger a los políticos se trata, las manifestaciones fueron reprimidas y pararon en pocas semanas. A continuación, se establecieron y aprobaron, muy ágilmente, leyes que penaran fuertemente este tipo de situaciones y a cualquier que tomara parte en ellas. Este fue el “fin” de los escraches en España, por el momento. Como sabemos, actualmente también se pena a quienes se manifiestan sin “permiso” pues cada día avanzamos más hacia una nueva dictadura en la cual la libertad de expresión y los derechos brillen por su ausencia.

Lo siguiente será un estado militar con toque de queda y punto en boca para todos los ciudadanos de este país. Y lo que vendrá después qué será, ¿la expulsión de los extranjeros de España imitando la expulsión de los moriscos del siglo XVII? Espero que hayamos evolucionado un poco en estos siglos, al menos lo suficiente como para no acabar cometiendo errores pasados, algunos no muy lejanos en el tiempo.

La controversia

Hay detractores de los escraches y siempre los habrá. Casualmente, los detractores de tales acciones son los que militan y apoyan el partido del gobierno actual o ideologías cercanas. Me pregunto si será mera casualidad o es que ellos tienen la suerte de tener una moralidad intachable y los demás no.
Pensemos en lo que motiva tal acción. Los escraches surgieron del descontento de la población, de la impotencia que sienten ante la crisis, de la rabia de los parados y de la necesidad de hacer algo al respecto. 
¿Es la respuesta correcta? Tal vez sí, tal vez no.

Pero, ¿está “mal” manifestarse y ejercer presión contra quienes están en la responsabilidad de solucionar esta situación? Pensaba que había un derecho, cuál era… ah sí, el derecho a manifestarse libremente. También existe la libertad de expresión, en teoría. Y, también en teoría, vivimos en una democracia.

Por algún motivo, a veces el sistema tiene pinta de ser una aristocracia en la cual quien tiene más influencia es quien parte el pastel y los demás asienten en silencio. Faltar al trabajo un día para manifestar el descontento o simplemente salir a la calle a protestar no es de perroflautas, ni de vagos, ni de gente de mal vivir. Es de personas cuya situación es crítica y es de valientes que le ponen dos… van y se manifiestan, asumiendo las posibles consecuencias.

Qué es más vergonzoso, ¿hundir el país en la corrupción o tachar de indecente a todo aquel que ose protestar? Tal vez esa sea la pregunta, tal vez.

¿Y quiénes son los que pagan los platos rotos?

César P. 

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