3 de marzo de 2014

El fútbol mueve montañas

Ayer, por circunstancias de la vida, acabé en medio de un gentío enorme que me rodeaba en todas las direcciones que podía ver y que limitaba mis movimientos en gran medida. Desde que salí del metro hasta que llegué a mi destino a pie tuve que ir al ritmo de la multitud, pues no podía avanzar de otra forma. Estaba en las inmediaciones del Vicente Calderón minutos antes del comienzo del derbi madrileño que enfrente al Real Madrid y al Atlético de Madrid.

Tan solo tenía que caminar un par de calles desde la salida del metro hasta donde iba, y no bastaron más para ver cuanto allí sucedía. Era un espectáculo al mismo tiempo grotesco y desmesurado, había vendedores de bufandas y otros artículos, padres de familia pendientes de sus hijos, forofos, gente joven, mayores, etc. También había personal de limpieza poniendo algo de orden en el caos, pues las aceras estaban llenas de botellas, bolsa, vasos y todos cuanto deja tras de sí el botellón.

También pude ver gran cantidad de establecimientos, sobre todo bares, repletos de gente que iba a ver el partido pero tal vez no pudo conseguir una entrada o de aquellos que apuraban la última caña antes de entrar al estadio. Había también policías y no pocas lecheras anunciando a todos su presencia con las luces rojiazules puestas en intermitente. Había de todo. Era la explicación en vivo de cómo y en qué medida el fútbol mueve multitudes en este país.

 Incluso el metro sufrió los estragos de tanta gente - al parecer – pues hubo algunos cortes en el servicio rápida y ágilmente solucionados. Y es que, el fútbol es el fútbol, ¿no? Y si juega el Madrid o el Atleti hay que dejar todo lo que estamos haciendo para ir a ver el partido, olvidarnos hasta de lo miserable que puede ser nuestra existencia por disfrutar de ese momento de poesía pura y exaltación que dura 90 minutos más el tiempo de descuento.

Ya sea que nos toque sufrir o gritar de alegría, según a quién apoyemos, o ser imparcial, el fútbol hay que verlo y todo lo demás deja de existir mientras dura ese partido pero también deja de importar justo antes y justo después, ¿verdad? Es más, el día que hay fútbol, nada más importa, por no decir que la semana de antes solo se piensa en ese día, etc. Después del partido, toca analizarlo y esperar al siguiente, y así sucesivamente.

Y así es como se consigue que un país se olvide de su miserable existencia.

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