21 de octubre de 2014

La rutina diaria: no hay tiempo para aburrirse

Hace un mes que empecé las clases de la universidad, momento que para mí marcó la vuelta a la rutina. He tardado unas pocas semanas en establecer mis horarios para los próximos meses. Por las mañanas estudio y por las tardes hago de profesor, es decir, trabajo. No me queda tiempo para casi nada más entre semana, mi vida es un no parar. Voy de un lado para otro, encadeno horarios y apenas tengo tiempo para un café entre una clase y otra.

¿Aburrimiento? ¡No tengo tiempo para aburrirme! ¿Cansancio? Sí, a menudo. No solo al final del día sino a lo largo del mismo. El cansancio me permite disfrutar de los momentos libres de una forma que apenas termino de comprender. Cada noche disfruto de cada minuto que puedo aprovechar para dormir y me levanto deseando no tener que abandonar la comodidad de mi habitación tan pronto. Pero es lo que hay.
Algo que he descubierto en estas semanas es que, a pesar de estar cansado de forma casi constante, apenas me doy cuenta de ello. Dormir pocas horas tampoco se ha vuelto ningún problema, ya que me mantengo en movimiento. Es como si me hubiese adaptado a este ritmo de vida de forma inconsciente en poco tiempo. Al principio era mucho más difícil salir del catre pero ahora me levanto casi propulsado por un muelle invisible.

Resulta muy interesante pensar en cómo nos hacemos a los horarios sin, incluso, necesidad del odiado despertador. Desde hace unos pocos días he conseguido despertarme antes de que suene. Acto seguido, desactivo los primeros despertadores pero dejo alguno puesto por si las moscas. No sería la primera vez - ¡ni será la última! – que me quedase dormido otra vez y despertase más tarde de lo debido. A veces el reloj natural, o el instinto de autoconservación, nos traicionan. Hay que tomar precauciones.

He realizado otro descubrimiento interesante en estas semanas. Hace mucho tiempo que no tenía una agenda tan apretada como para no tener tiempo de estar, literalmente, sin hacer nada. Creo que la última vez que estuve en una situación similar fue en mis años de adolescente, cuando iba al instituto por la mañana y a una academia de inglés por la tarde… tiempo ha. Tal vez por eso no me había dado cuenta de un simple hecho de la vida: haciendo cosas – productivas - es como mejor se disfruta de uno mismo.


A día de hoy, los días que libro los aprecio de una forma muy distinta. Antes, dado que mi condición habitual era no tener mucho que hacer apenas si notaba la existencia de días libres. Ahora, en cambio, los momentos libres son los que casi brillan por su ausencia. Por otra parte, el poco tiempo libre que me queda lo consume cierta persona especial en mi vida, es decir, mi novia. Estas líneas han sido inspiradas en gran medida por ella. Gracias hacerme vivir al límite, cielo.

César P. 

No hay comentarios :

Publicar un comentario