Ese momento que
todos los curritos tememos siempre llega, día antes o después, pero
llega seguro: fin de mes. A primeros de un mes cualquiera es cuando
nos acosan los impagos del mes anterior, si los hubiere, o
sencillamente nuestro bolsillo sufre de una languidez crónica. No
hay monedas que resuenen ni billetes que contar, no queda nada
después de pagar todo lo que nos corresponde pagar religiosamente.
El fantasma del fin de mes es una constante para trabajadores por
cuenta propia que no dependen de nada salvo de sí mismos para
mantener las cuentas lejos del rojo.
Fin de mes es tan
odiado como deseado. Hay una relación amor-odio inexorable cuando se
cambia de mes, y se debe a un factor psicológico en cierta parte. La
tan cansina cuesta de enero queda atrás ya porque estamos en
febrero, ¡nos hemos librado! Es todo psicología, ya que lo que
importa es el dinero en el bolsillo y no el día del año en el que
estemos. Para quienes cobran a fin de mes, estos días son
tranquilos, puesto que tienen el sueldo en la cuenta y aún va a
durar unos días. Otro cantar es el que tienen aquellos que no cobran
un suelo, es decir, cuyo ingreso es por servicios prestados.
Para quien no
tiene trabajo, fin de mes pasa desapercibido. Qué más dará empezar
un nuevo mes o no, los días son insulsos y pasan de largo sin dejar
ninguna nueva. Todos los días son iguales para quien se abandona a
los brazos de la mediocridad o el aburrimiento. También están,
obviamente, quienes no tienen más remedio, quienes no pueden
encontrar un trabajo, las víctimas auténticas de la crisis actual.
Oh, perdón, que ya no hay crisis, hablemos de pequeña recesión
transitoria con indicios de lenta desaceleración de la
desaceleración económica. Sí, va a ser eso.
Pues bien, fin de
mes, comienzos de otra duodécima parte del año. Este 2015 avanza
sin parar trayendo dicha a algunos y poco menos que desdicha a muchos
otros. Podemos dice que sí, podremos, que es hora de un cambio. El
resto dice poco, que si alguna reforma por aquí, como el reciente
combo 3+2, la posibilidad de impartir grados de 3 años y maestrías
de 2 años, justo después, una reforma muy necesaria para beneficiar
al bolsillo de quienes parten el pastel educativo.
Y, mientras tanto,
fin de mes sigue siendo fin de mes.
César P.
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