17 de abril de 2015

La enfermedad urbana está en el aire

Queda claro que la vida en la gran ciudad no es todo ventajas. Si bien es agradable tener “todo” a mano, hay serias desventajas que surgen de un hacinamiento tan elevado de personas, como las enfermedades. Hay quien me ha comentado que tras vivir toda su vida en el ambiente rural nada más venir a una ciudad grande, como Madrid, ha sufrido diversos malestares. La única explicación a ponerse malo de pronto parece ser el exceso de personas. Estar tan cerca de tanta gente aumenta las probabilidades de contraer un virus, eso no debe ser motivo de sorpresa pero, tampoco, de paranoia.

Desde siempre, un individuo que contrae una enfermedad infecciosa se lo puede contagiar a otros semejantes. Lo que sucede hoy en día es que las ciudades pueden ser focos infecciosos de mucho cuidado debido a la ridícula cantidad de personas que transita por las calles principales y por todos los factores que contribuyen a la difusión de un virus o bacteria. A pesar de que tomamos medidas para prevenir estas situaciones, cada año la gripe se hace con muchas víctimas y no hay mucho que se pueda hacer al respecto. Todo lo que existe es paliativo, ya que el cuerpo humano es el encargado último de autocurarse.

A veces me pregunto si vivir así nos hace más fuertes o nos debilita. Creo que depende de la edad y de la persona, ya que durante la infancia vivir en una ciudad contaminada es lo peor que nos puede tocar pero durante la adultez, cuando las defensas ya han hecho su trabajo de investigación, contamos con un buen escudo para muchos males comunes del que las personas de origen rural carecen por falta de exposición a tantos microbios. Resulta irónico, ¿verdad? Pero así es como funciona el sistema inmunitario.

Es bien conocido los efectos nocivos de una atmósfera contaminada, a los hechos me remito al decir que ahora más que nunca hay un porcentaje importante de personas que sufren diversos males respiratorios. Las alergias parecen aumentar cada año e incluso tienen pinta de pegar más fuerte, hay un número apreciable de casos de cáncer de pulmón y una considerable lista de enfermedades relacionadas con las vías respiratorias. La realidad es que no respiramos bien como sí hacían antaño nuestros abuelos.


¿A alguien le sorprende? Vivimos en una atmósfera en la que se puede saborear los gases de escape de los coches sin esfuerzo. La contaminación del aire no es ningún problema a tomar a la ligera, ya que nos afecta a todos y no solo causa estragos locales, ya que el viento arrastra las partículas en suspensión muchos kilómetros. A este paso, cada vez nos va a parecer menos exagerado llevar mascarilla como hacen en algunas ciudades asiáticas.

César P.

No hay comentarios :

Publicar un comentario