27 de mayo de 2015

La niña que se suicidó porque no quería seguir viviendo

¿En qué mundo vivimos en el cuál los adolescentes se suicidan porque se les acosa en el centro de estudios? ¿Qué tipo de sociedad ampara el abuso escolar sin tomar medidas drásticas e inmediatas para paliar el daño psicológico que sufren estos menores? ¿Cómo se siente un padre que se queda sin hijo/a debido a que algunos críos de mierda le han hecho la vida imposible durante años?

Estas y otras preguntas son las que me he hecho después de enterarme del caso de la joven de 16 años que se ha lanzado de un sexto piso porque, como dijo a sus amigos, estaba cansada de vivir. Había denuncias pero las autoridades están siempre muchos pasos por detrás en casos que requieren una actuación inmediata y urgente para cortar el problema de raíz. Se trataba, además, de una menor discapacitada que asistía a clases en un centro adaptado para personas con discapacidad.

Como ella, había muchos alumnos que necesitaban ayuda en dicho centro pero un solo orientador para “atenderlos” a todos. Sin embargo, ella necesitaba más ayuda, estaba entrando en un camino del cual no se vuelve: tomando la decisión de suicidarse. No solo estaba el centro desbordado por la cantidad de alumnos en relación a orientadores y otros profesionales sino que se actuó con lentitud extrema tras la denuncia. No se hizo nada a tiempo y el resultado ha sido ese: una persona menos en este mundo.

Ahora, las autoridades (Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid) afirman no tener constancia de la denuncia pero los educadores del centro de esta menor dicen lo contrario. Además, los padres acudieron en su momento a poner una denuncia. ¿Se lavan las manos una vez ha quedado claro que no hicieron nada por esta chica? Algo tan simple como un cambio de centro podría haber acabado con la situación de hostigamiento, aunque lo que realmente necesitaba esta adolescente era ayuda personalizada.


Este tipo de situaciones hacen que uno se replantee si merece la pena tener descendencia en este mundo, tal y como va todo. ¿Qué será de mí si por culpa del imbécil de turno acabo quedándome sin hijo/a? El riesgo está ahí y no va a desaparecer. Solo queda confiar en las capacidades personales para detectar lo que sucede a tiempo, ese sexto sentido que adquieres cuando tienes un hijo. Lo que indigna es que no se tomen medidas efectivas en este tipo de situaciones, ya que cualquier cosa que hagan ahora – que será nada probablemente- da igual, nadie va a traer de vuelta a esa pobre adolescente.

César P.

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