10 de marzo de 2016

La maravillosa atención de La Paz – parte 4

No entendía nada. Ya había desenredado la cadena de sucesos desafortunados que nos había llevado hasta ese momento de la noche. Lo entendía, incluso la incompetencia de quienes nos atendían. ¿Qué se me había escapado? Había nueva información que yo desconocía:

-          Me ha dicho que tengo el líquido (amniótico) demasiado bajo.
-          ¿Có-mo bajo?
-          ¡Muy bajo! ¡Demasiado bajo!

No tenía palabras de pronto. Todo mi entramado lógico cayó por un agujero negro. Tamara estuvo sollozando a mares unos minutos, incluso temí que se sofocase. Estaba roja como un tomate y no en el buen sentido, si es que lo hay. Algunas madres intentaron ayudarle con palabras, agua y algún pañuelo. Nada surtió efecto hasta que con unos minutos se calmó un poco y pudimos retomar la conversación en medio de una salita ahora repleta de gente, faltaban asientos para todos, había un carrito, madres, niños, padres con mirada perdida.

-          Y, ¿ahora qué?
-          Ahora, me van a hacer otra prueba y eso para ver si tengo pérdidas. Tengo que estar de pie y caminar.
-          Vale. – Cuando el susto entra en el cuerpo, la lógica perece. Lo admito, tuve miedo ante una situación incierta. Llevaba casi 9 meses pensando que mi bebé estaba feliz en su mundo particular y de pronto… esto.
-          Vamos fuera, por favor.

Salimos, Tamara necesitaba aire así que fuimos a la calle. Había encontrado algo que picar y un zumo en las máquinas expendedoras. El café no estaba mal, un pequeño consuelo entre tanta adversidad. De pronto, la noche me parecía más voraz: un agujero negro a mi alrededor. Cuando salimos, un mini estaba aparcado con las luces de emergencia en la entrada. Un hombre volvía con cara de angustia para llevarse el coche, su mujer ya estaba dentro de urgencias. No es un lugar agradable para casi nadie, las cosas no salen como uno espera a menudo.

-          Tal vez no sea tan grave. – Mentí, había leído sobre las consecuencias del oligohidramnios (la escasez del líquido amniótico) y no parecía precisamente un panorama prometedor. En ese momento, odie profundamente haber sido capaz de devorar media docena de artículos en 5 minutos. Prefería la ignorancia. ¿Tal vez habría sentido más miedo sin saberlo? El conocimiento no siempre da la seguridad aunque conozcas las probabilidades.

No recuerdo de qué hablamos pero sé que no insistí en consolarla. No me lo creía ni yo. Pusimos a parir al puto servicio de urgencias de “La Paz” – tiene sorna el nombre porque paz no es lo que sentía en mi interior aquella noche. 

César P.

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