17 de enero de 2015

Lo civilizado es matar por dinero


Nos hemos indignado (los occidentales) con la matanza gratuita e injustificada que se llevó a cabo en la sede de Charlie Hebdo, en París, por parte de un par de radicales yihadistas. Hemos mostrado que no nos doblegaremos ante atentados terroristas que intentan acallar nuestro derecho a expresarnos. Como dijo una vez un sabio, aunque no comparta su opinión, moriría por que ellos tuviesen el derecho a opinar.

Y no la comparto. No creo que la forma más adecuada de expresarse sea la mofa subida de tono, la ironía extrema o la ridiculización de símbolos sagrados para millones de personas, ya sea del cristianismo o del islamismo. Si fuesen cuatro gatos, tampoco me parecería justificable un comportamiento como el de estos sátiros. Sin embargo, existe el derecho de libertad de expresión como un pilar básico de nuestra sociedad occidental aunque no sea respetado tanto como claman algunos. Está ahí.

Hay países en los que este derecho brilla por su ausencia, como Rusia, China o la más septentrional de las Coreas. El origen de este derecho se remonta a la revolución francesa, cuando se vertió sangre para defenderlo. Ahora, más de dos siglos después, un eco de este histórico suceso ha vuelto a representarse en la capital de Francia. Otra es la realidad actual, mucho ha cambiado el mundo desde entonces, mas las cosas siguen igual entre las personas: algunos no quieren que otros hablen y los mandan callar para siempre usando la violencia ya que con palabras serían incapaces.

Cuando el homo sapiens sapiens habla, el troglodita solo sabe responder con irracionalidad. Incapaz de mantener una conversación civilizada, el subhombre se frustra, la frustración se acumula dentro como el vapor en una olla a presión hasta que llega a la presión límite y estalla con violencia gratuita. Explosiones y disparos, palos y rocas, ese es el lenguaje del cavernícola que intenta imponer su regla de vida: quien pega más fuerte manda.

Pero no nos confundamos, no nos vendemos los ojos con las consignas tan bonitas que han aparecido estos días. Algunos de quienes claman defender la libertad de expresión, entrando en el terreno moralista, son los que golpean a quien les conviene pero aprovechan la ocasión que ha surgido tras el atentado para ondear la bandera de la democracia, ya que las fotos quedan muy bien a su lado. Parece haber un pacto no escrito en ningún lugar entre las potencias mundiales que reza así: los pobres no tienen derechos.

A día de hoy, las naciones mejor armadas son las que tienen una economía más fuerte (para tener armas se necesita dinero, y mucho). Para mantener en la cima del poder, se dedican a recomendar a los países con menos capacidad armamentística lo que deben hacer y si éstos se niegan, los persuaden. Ejemplo de ello son los conflictos que se han generado por el monopolio del petróleo en Oriente Medio, donde a Estados Unidos le gusta tanto meter las narices.

La hegemonía del más fuerte, la ley de la selva, ha sido llevada a nivel mundial en forma de política. En Occidente, nos ofendemos de que unos locos maten a unos dibujantes pero desviamos la vista cuando se trata de asegurar ese suculento petróleo para los coches que usamos a diario. Es civilizado pisotear a gran escala cuando hay dinero de por medio pero no lo es que nos devuelvan el golpe por donde puedan, eso es completamente inaceptable. Lo malo de la moral es que se trata de un cuchillo de doble filo. La moral selectiva solo puede es otra forma de autoengaño.

César P.

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