2 de abril de 2013

Un sistema educativo que forma para el fracaso.


Sabemos que hace falta un cambio en el sistema educativo de este país. Es más, lo sabemos desde hace años. Sin embargo, seguimos viendo lo mismo en cada nueva gestión: nuevo mandato, nuevo sistema y nuevo fracaso.

¿Qué sentido tiene cambiar de sistema educativo cada 4 u 8 años? Pues, muy poco. No hace falta ser un experto para imaginar esto.

Remover las bases de un sistema para imponer otro solo porque se ha llegado al mandato y hay que removerlo todo hace que los que empiezan estudiando en uno de estos modelos educativos posiblemente no terminen en el mismo o incluso pasen – en un caso de extremo infortunio  – por más de dos sistemas distintos.

Para un alumno, y desde su punto de vista, es posible que esto no repercuta en absoluto. O, incluso, puede parecer favorable ya que suele ser el caso que año tras año se quite contenido de los temarios y se haga más asequible la enseñanza a los alumnos con mayores dificultades.

Reducir la dificultad al alumno durante sus años de educación escolar para reducir el fracaso escolar, según la lógica de quienes realizan estos cambios, es una falacia y, además, una trampa. Me explico. Haciendo más fácil la vida del alumno éste se acostumbra a no esforzarse para conseguir unos objetivos (aprobar un examen) en la vida.

Esto es una lección totalmente errada para la vida como adulto pues, como todos sabemos, las cosas nunca se ponen más fáciles en la vida. Antes, más bien, lo contrario. A menos que se tenga mucha suerte. Pero la suerte no la necesita quien está bien preparado y tal debería ser el objetivo de la educación obligatoria: formar a buenos alumnos. Bajar el listón va en contra de tal objetivo.

La adaptación del modelo educativo al alumno es una inconsistencia. El alumno es quien debe aprender, estudiar e investigar para alcanzar los conocimientos necesarios para aprobar sus asignaturas. Aprendiendo que las cosas funcionan así en la vida, de paso, el alumno recibe una lección que le servirá cuando sea adulto. La responsabilidad se debe aprender en los años de escuela e instituto. Al parecer algunos no han aprendido nunca esta cualidad.

Por otra parte, y en contra de lo que claman algunos informes, no se ha visto que el fracaso escolar en España se haya reducido con las sucesivas reformas educativas. En realidad, se ha mantenido constante o incluso ha aumentado, en algunas localidades.

Preocupante.

En el mundo en el que vivimos hay un orden natural y es éste: con el paso del tiempo tenemos acceso a más información y conocimiento. Entonces, ¿qué sentido tiene dar menos contenido a los alumnos durante su educación obligatoria? Muy poco.

Lo adecuado sería adaptar la enseñanza a nuestra actualidad pero sin recortar, como se ha venido haciendo, contenido para facilitar la enseñanza o para disminuir el fracaso escolar.

Dicho fracaso se debe por el mecanismo del sistema educativo, no por el volumen de los contenidos. Es preciso, pues, un cambio a gran escala. La estructura, financiación y la imagen de la educación en España deben de renovarse. Y ahora, más que nunca, invertir en educación, formación de profesionales e investigación.

Y, ¿cual es la clave para conseguir esto? El consenso. Los partidos políticos, pequeños y grandes, de este país deben de sentarse a acordar una ley educativa que sea duradera y tenga todo lo que España necesita actualmente. Basta ya de rencillas y de intentos de imponer las ideas propias. Es hora de madurar, de buscar el bien del país por encima del bien de uno mismo, de sus ideales o de su partido político. Si esto no se hace, todos perdemos.

Tenemos ejemplo, entre los países nórdicos, de lo que son buenos sistemas educativos y vemos también que dichos países no han sido tan afectados por la crisis como otros. Todo está relacionado, siendo la educación la fuente de todos los bienes de un país.

Sin futuros nuevos profesionales de buen nivel España estará en una situación precaria para cuando, finalmente, salga de la crisis. Toca hacer los deberes.

César P.

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